Definitivamente, los tiempos han cambiado. Tal vez demasiado. Pongamos de ejemplo un All Star que despierte la nostalgia del público: domingo 7 de febrero de 1988, en el Chicago Stadium ante 18.403 personas, el equipo del Este liderado por Michael Jordan (que sería elegido MVP), gana al combinado de estrellas del Oeste por 138-133. En aquel partido el Este de los Bird, Thomas, Ainge, Barkley, Ewing… lanzó 6 triples en todo el partido, entraron la mitad. Por su parte, el Oeste de Magic, Malone, Drexler, Worthy y Olajuwon anotó uno de cinco desde la línea de tres, consiguiendo sólo uno. En total, entre los dos equipos se intentaron once triples. Con un juego colectivo constituido en la anotación a media distancia y en el poste. El espectáculo, con Jordan anotando cuarenta puntos, todavía hoy se recuerda.
La noche de ayer en el Madison Square Garden, sólo fijándonos en este porcentaje desde la línea de tres, el Oeste lanzó nada menos que la friolera de 65 triples, de los que sólo 25 se transformaron en puntos. Por su parte, el Este no quiso ser meno y asumió la noche de las estrellas como su contrario, intentando 68 lanzamientos desde la línea de 7,25 convirtiendo 23 en canasta. 133 triples en la estadística combinada. Estos fríos datos dan la pauta de cómo y de qué manera ha cambiado la perspectiva del All-Star. Ya el año pasado, en el Smoothie King Center de Nueva Orleans, los equipos de las estrellas más rutilantes de la NBA hicieron gala de esa actitud basada en el abandono de la defensa para dedicarse al show anotador y dilatar los números con una tendencia casi obsesiva en el contraataque y, como se ha demostrado, en el lanzamiento compulsivo de triples. Russell Westbrook acabaría con 41 puntos en su casillero, James Harden con 29, Lamarcus Aldridge con 18 o Stephen Curry con 15 para el Oeste. En el Este, LeBron con 30, Kyle Korver con 21 (7 de 12 en triples), John Wall con 19 y Carmelo Anthony y Jeff Teague con 14.
Cambios de formatos
En búsqueda de introducir novedades que procuren cierto aire moderno al espectáculo que traen consigo los célebres concursos y desafíos del sábado por la noche. En el desafío de las Estrellas, Chris Bosh, Swin Cash y el legendario Dominique Wilkins ganaron su tercer título consecutivo en el concurso al derrotar en la final en 57,6 segundos (con canasta desde medio campo de Wilkins) a Westbrook, Anfernee Hardaway y Tamika Catchings. En el concurso de triples, se ha optado por la introducción de un carro con cinco balones tricolor que se dispone donde elija entre los cinco puntos de lanzamiento. Esto, hace que el más inspirado en este carro sea el que más posibilidades tenga de ganar. El ‘Foot Locker Three Point Contest’ reunía a cuatro pesos pesados de la liga en esta disciplina; Harden, Korver y los ‘splash brothers’ Curry y Klay Thompson. Curry enchufó trece lanzamientos seguidos, 27 puntos sobre un máximo de 34.
Los aficionados en el Barckeys Center de Brooklyn también vivieron otra novedad en el Slam Dunk Contest con los mejores ‘matadores’ del momento. Se ha optado por regresar al modelo de antaño de los concursos de mates evidenció una exigencia de hacer más ágil lo que años atrás había dilatado en exceso la noche. Cuatro participantes para conseguir el título de un concurso que viene siendo un quebradero de cabeza por la progresiva languidez debido a la poca innovación que ofrece, fundamentalmente porque todos los mates posibles ya se han hecho. Al menos, eso parecía, hasta que Victor Oladipo y el joven Zach LaVine arrancaron el concurso alucinando al personal. Parecía que iba a ser una noche memorable. Oladipo salió de esmoquin cantando el célebre tema de Sinatra ‘New York, New York’ y cuando se dispuso a machacar el aro lo hizo con una perfecta ejecución de giro de 360 grados en el aire. 50 puntos y el aplauso general. Lavine le dio la réplica con otro fabuloso ‘dunk’ tras pasarse el balón por debajo de una pierna y un cambio de mano del balón. Ahí quedó todo. La final entre estos dos nuevos bastiones del vuelo hacia canasta supuso una serie de reiteraciones vistas una y mil veces y fue éste último el que se llevó el galardón por no fallar en su tentativa del mate final. La NBA tendrá que replantearse estos concursos que padecen la ausencia de brillantez de su pasado más nostálgico.
Destrozando récords, provocando bostezos
La pugna deportiva o el juego colectivo aquí parecen estar enfocados al lucimiento individual, como si de una exhibición de Globetrotters se tratara, sin ningún sentido de la competición más allá de ir sumando puntos de forma ingente. Y eso es en lo que se tradujo el arsenal de tiros desde todos puntos de la pista que ayer se dio. Ante la nulidad de las defensas y la permisividad de todos los jugadores, este All Star de 2015 estaba destinado a pulverizar todos los récords que ya se alcanzaron el año pasado por esa pasividad. Entonces, el marcador final fue de 163-155 en la victoria del Este. Se había logrado superar un récord establecido en 1987, cuando Tom Chambers obtuviera el MVP en Seattle y, tras una prórroga, los combinados de ambas conferencias saldaron el partido con 303 puntos (154-149). El nuevo récord ha durado exactamente 364 días. Menos de un año. Fue la noche en que también se establecieron nuevos récords que, visto lo visto, no serán difíciles de asumir en 2016; A sumar a esa mayor anotación combinada (321 puntos), se unió la de mayor anotación entre los dos equipos al llegar al descanso (165 puntos), el Este intentó 68 triples (otro récord), el Oeste convirtió 25 triples (sí, récord). Obviamente, tanto triple supuso la mayor anotación combinada de triples (48) y el de mayor número de triples intentados entre los dos equipos (133).
¿Por lo demás? En un partido de esta índole brilló (porque le dejaron) Russell Westbrook, que se quedó a un punto de batir el mítico récord de Wilt Chamberlain en un cuarto de All-Star con sus 27 puntos en el segundo cuarto. De este modo, el de los Thunder dejó en la cuneta los 24 puntos de Glen Rice en 1997 y la misma suma de Kyrie Irving el año pasado. Y sólo por un punto, no batió el de máxima anotación en manos también de Chamberlain con 42 puntos anotados en el All Star de 1963. LeBron, con una extraña cicatriz en una zona capilar concreta que apunta a que ha decidido trasplantarse pelo antes de quedarse más cartón, superó ayer a los legendarios Michael Jordan y Kareem Abdul-Jabbar como máximo anotador de este espectáculo anual, quedándose a dos puntos de Kobe Bryant para ser el primero, como a él le gusta. Aunque las circunstancias sean diametralmente opuestas.
El partido fue lo que viene siendo los últimos años, convertido en una ‘gymkana’ de mates consentidos, con ‘alley hoops’ de todas las clases y condiciones y, de forma enfatizada, de triples sin oposición. En un visto y no visto (14 minutos) el marcador estaba 36-56 para los del Oeste, pero entre canastas, triples y malabares, el descanso dejó un 82-83 que abría la puerta a un segundo periodo más disputado y ajustado. El desorden, la apatía, la dejadez ante los tiros, entradas y mates fue la tónica de un partido de locura en el que la anarquía tomó el poder hasta el último cuarto, que empezó con un empate a 122 y algo de coherencia por parte de ambos conjuntos pareció llegar al parquet. En el minuto 44, volvió el empate, haciendo sobrevolar la sombra de una posible prórroga. Menos mal, que Westbrook y Harden se empeñaron en que no fuera así. El primero de ellos se llevó el MVP y el marcador en Manhattan se fijaba en el final 158 – 163 a favor del Oeste. La reflexión es la siguiente ¿sería una manera de motivar a los jugadores que la Conferencia que ganara este choque se hiciera con el factor cancha en los Play-Offs? Es algo que se ha sugerido, pero que será difícil que se adopte. El año que viene… más de lo mismo.
La noche de Marc y Pau
Dejando el poco baloncesto serio que se vio, la noche tenía dos nombres propios. Pau y Marc Gasol eran los primeros hermanos en enfrentarse cara a cara en este tipo de acontecimiento como titulares elegidos por votación popular. También los primeros extranjeros en protagonizar un duelo fratricida de estas características. Algo impensable hace décadas. Los Gasol lograron anoche una de las gestas más memorables en la Historia de nuestro deporte. Un sueño para los aficionados a este hermoso juego y el reconocimiento de la extraordinaria carrera y temporada de estos dos elegidos de la canasta. La realidad de los Gasol está superando todo lo inimaginable, que alcanzó el zenit de lo emotivo en el instante en que se fundieron en sendos abrazos sobre el escenario de presentación de los equipos y justo antes de producirse ese histórico salto que cayó de parte del mayor de los de Son Boi.
Lo que representa este salto va más allá de una estampa para la eternidad. Significa la superación sin techo de dos hermanos que construyeron un ideal utópico materializado en la visualización del legado baloncescístico español que fue subiendo escalones; desde la medalla de plata de Los Ángeles, la irrupción de >Fernando Martín como primer español en la NBA hasta llegar a esa generación de oro abandera por los Gasol que ha suscitado gestas inspiradas en una actitud ganadora sin fin, creciendo y logrando objetivos. El de ayer es otro de los pináculos espectaculares, la guinda a un sueño del que no queremos despertar. Ayer, como aquel programa televisivo que nos descubrió un universo en el que vivir felices, estuvimos, más que nunca, cerca de las estrellas. La imagen sin parangón erizó el vello de los aficionados que asistió a este episodio familiar inolvidable emocionados con la cercanía y la sencillez de estos gigantes del basket. Marc y Pau escribieron ayer una hermosa página épica de nuestro deporte. El instante de ese salto, de ese momento congelado en la retina colectiva, pertenece a nuestros la entelequia que pasará a la eternidad.